Después de la lluvia de cuarenta días y cuarenta noches, el Padre Primero hizo una Tierra Nueva. Miró todo lo que había creado: montañas, ríos, selvas, mares; se acercó a las cabañas donde vivían los hombres. Oyó un ruido extraño y al asomarse vio que provenía de los hombres al masticar raíces y carne cruda. Pensó que no tenían el fuego para cocinar y sentarse alrededor a conversar y contar cuentos.
Miró las altas montañas donde sí había fuego. Los seres gigantes que allí vivían eran malvados y sin corazón que se habían apoderado del fuego para no compartirlo y poder cocinar a los hombres en las llamas de los volcanes.
Buscó quien le ayudara
en su empresa de llevarse el fuego entre los seres del agua. Llamó a Cururú, el sapo tan verde como la hierba. Como Cururú era bueno cazando cosas que salieran volando, atraparía los brasas.
Ya en terreno de los gigantes, el dios tomó forma humana y se tiró al suelo de espaldas, como desmayado. Cururú, corazón verde, se ocultó en el pasto. Los gigantes celebraron el hallazgo de comida con una buena fogata. Pusieron al hombre en la fogata pero éste no se quemaba, ni siquiera se calentaba.
Cuando las llamas lo cubrían, el Padre Primero dio una patada a las brasas haciéndolas volar por el aire; los gigantes no se daban cuenta de nada. Cururú se tragó una que pasaba junto a él y gritó: ¿cucururú! . Entonces el Padre Primero salió de los brasas tan tranquilos mientras los gigantes se quedaban boquiabiertos sin comprender.
Estando lejos, el Padre Primero dijo a corazón verde que arrojara el fuego y que buscara el arco y las flechas del dios. Aquel encendió la punta de una flecha y la lanzó con el arco hacia el tronco de un árbol de laurel. Y el árbol no se quemó pues el fuego quedó metido dentro de la madera.
El Padre Primero llamó a los hombres y les mostró el laurel. Les explicó que para hacer una buena fogata había que cortar un trozo, fabricarle un agujero y meterle allí una flecha haciéndola girar rapidísimo con las manos: entonces saldrían llamitas para encender hojas y ramas más grandes
De esta manera los guaraníes cocieron sus alimentos y nunca más metieron ruido al comer.
El Padre Primero convirtió a los gigantes negros en unos pájaros del mismo color y que sólo comen carroña; son los urubúes. Urubú: Especie de buitre del tamaño de un pavo de América del Sur. Es de color negro, patas rojizas, con cabeza y cuello azulados. Ave de rapiña.
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